Xenofobia en tiempos de Crisis.
Un fantasma recorre Europa, es el espectro del populismo xenófobo quien de manera muy peligrosa alimenta un tsunami totalitario que proyecta dar al traste con históricas conquistas democráticas, especialmente con la universalidad de los derechos humanos. La nueva extrema derecha xenófoba sigue su larga marcha hacia las instituciones en todos los países europeos, alentando la intolerancia y el odio, contaminando a partidos e instituciones democráticos en toda Europa. La espectacular subida electoral en Austria, Suecia y Holanda lo confirma, uniéndose al consolidado Lepen en Francia, a la dura ultraderecha de Jobbik en Hungría, a la Liga del Norte en Italia, al BNP de Gran Bretaña o a los islamófobos en Suiza; opciones que parecen construidas en los mismos laboratorios del neofascismo europeo. Pero no todo queda aquí, de igual manera la deriva contaminante hacia los partidos democráticos proyecta modelos autoritarios, como evidencian Sarkozy y Berlusconi con la crisis de los gitanos rumanos y búlgaros, así como reorientaciones en las políticas de inmigración, cual es el caso de la posición de Merkel, de corte asimilacionista y excluyente.
En el escenario de crisis económica, el aumento del prejuicio xenófobo y del hostigamiento a la inmigración están servidos. Además el impacto es aún mayor si a la crisis económica, originada por el modelo y dinámica de acumulación de capital y no por los inmigrantes, se le suma una crisis de proyecto democrático progresista y de sostenibilidad del estado de bienestar. Hablamos de evidencias. El rechazo de gran parte de la población a compartir igualdad de trato en materia de empleo, sanidad, educación y todo tipo de atención asistencial se viene constatando no solo en las encuestas oficiales, también se manifiesta en situaciones discriminatorias y de hostigamiento en la vida cotidiana. En ese contexto, la ofensiva xenófoba organizada obtiene su mejor resultado al desplegar su estrategia subyacente que, más allá de la hostilidad de los chivos expiatorios elegidos, ataca directamente la cohesión democrática y la convivencia integradora de la diversidad, mediante un uso perverso de cualquier conflictividad social generada a partir del fenómeno de la inmigración, del pluralismo religioso y de la diversidad social o cultural. Con la propaganda xenófoba y el discurso de la intolerancia se contraponen como realidades irreconciliables, nos lo mostró la campaña ultra en Suecia, el estado del bienestar y la inmigración, occidente y el islam.
El populismo xenófobo aporta respuestas simples a realidades complejas para movilizar el máximo de votos posibles mediante el uso de promesas no realistas, siempre falaces y oportunistas. Utiliza los miedos y emociones de la gente, recurre a estereotipos y prejuicios, estigmatiza y criminaliza a colectivos enteros convirtiéndoles en dianas del odio mediante un “nosotros contra ellos”. La política puesta en marcha por Sarkozy, su fichero gitano, sus órdenes policiales y deportaciones “voluntarias” a cambio de dinero, van en ese sentido. Pero la realidad, como ya hizo Berlusconi, es que expulsan a familias, con ancianos y niños, mediante amenaza y fuerza, echándoles de los lugares en los que habitan; expulsiones colectivas realizadas bajo criterios de discriminación étnica, denunciadas con acierto por la Comisaria Europea de Justicia, Viviane Reding. No se plantean planes de integración, alimentan un clima antigitano con un discurso político xenófobo y racista que pone en peligro la seguridad de las personas, cuestionan el respeto por los derechos humanos y convierten en papel mojado las bases humanistas de la construcción europea y, entre otras, las directivas de libre circulación e igualdad de trato.
Otra de las consecuencias perniciosas del “tsunami xenófobo” es su impacto en el discurso y políticas de inmigración, como se ha puesto de manifiesto en Alemania con la CDU de Angela Merkel, dando por fracasado el “multiculturalismo” y preparando un listado de inmigrantes que rechazan los cursos de “integración” basados en la lengua y en los valores cristianos. Próximo a esta posición está la propuesta programática en España del PP en Cataluña quienes insisten en no empadronar a “inmigrantes sin papeles” y que la inmigración abusa de la sanidad. Nada más lejos de la realidad en España, según todos los estudios, los extranjeros acuden al médico la mitad que los españoles y los fracasos o conflictos hay que apuntarlos a unas insuficientes políticas de integración intercultural que no se han puesto en marcha en toda Europa, haciendo bueno el dicho: “nadie se integra si no le dejan”. La falacia de estos argumentos esconde el interés de ajustar las políticas migratorias a los ciclos económicos. Cuando necesitan mano de obra se atraen inmigrantes, cuando sobran por la crisis, se argumenta con Huntington acerca de los choques civilizatorios y se empieza por echar a los musulmanes y al que no responda el “cuestionario-examen cultural”.
En España la campaña de Plataforma per Cataluña de Anglada, apoyada por la ultraderecha europea, en especial por la Fundación Continente Europa del neofascista Patrik Brinkmann,no difiere en esencia con los planteamientos por los que está apostando el PP en Cataluña en ese contexto electoral que sin dudar, rompiendo con la política nacional de su propio partido, se pregunta si cabemos todos aquí, alienta expulsiones y alarma con el burka. La Plataforma de Anglada tras la demonización del Islam y después de una campaña contra la inmigración “ilegal”, a los que niegan cualquier derecho esencial, de rechazo al empadronamiento de sin papeles y de marginación de las mezquitas a periferias urbanas de los municipios, impulsa una progresiva intolerancia extensible hacia el conjunto de la inmigración. Las falacias de la invasión, del uso sin límites por el “extranjero” de los recursos sanitarios, educativos, de desempleo y otros derechos, que amparan a todos los trabajadores, señalan a los inmigrantes como depredadores del insuficiente estado del bienestar en España.
Esta xenofobia no viaja sola, viene acompañada de intolerancia religiosa y cultural, de una fuerte islamofobia que convierte al musulmán en destructor de occidente y terrorista; también de un subterráneo antisemitismo que acusa al “lobby sionista mundial” de estar detrás de la crisis o de aprovecharse de ella para destruir las “identidades nacionales” y mejor dominar el mundo. Una intolerancia integral que hace del diferente y la diversidad sus enemigos, señalando potenciales objetivos de agresión postreramente ejecutada por grupos neonazis nacidos del odio y de la recluta fanática de santuarios de intolerancia, como las gradas ultras del fútbol. Una intolerancia que engarza con el racismo de siempre hacia el pueblo gitano y con la discriminación sempiterna hacia colectivos vulnerables como los homosexuales, las personas con discapacidad y los sin techo, creciendo en todas las direcciones, en todas sus expresiones y con todas sus perniciosas manifestaciones; crece la xenofobia que nunca será democrática aunque lo vote la mayoría social.
La actividad xenófoba en los últimos años ha recibido fuertes estímulos por los resultados electorales de formaciones ultraderechistas en esta Europa desnortada. La infección neonazi en la nueva ultraderecha xenófoba es más que evidente. Mediante Internet, en webs, blogs, foros y redes sociales, acompañado de una dinámica de conciertos semiclandestinos permitidos, propagan del odio. El ir y venir a manifestaciones internacionales, la obscenidad presencial en el fútbol de los ultras exhibiendo la simbología fascista y la continua distribución de propaganda junto a conferencias de adoctrinamiento que humillan a las víctimas, evidencian el déficit de defensa de la democracia en diversos países europeos. En cuanto a la violencia neonazi, lejos de desaparecer, se ha estabilizado como algo latente que recuerda con su presencia el horizonte criminal y genocida del legado hitleriano del Holocausto, aunque sus líderes en toda Europa enarbolen la bandera del negacionismo.
La alarma ha llegado al Consejo de Europa, a la OSCE , a los Ombusdman de la Unión Europea como manifestaron en Barcelona, pero la exigencia concreta ha venido de la mano de Naciones Unidas y de su relator especial que pedía este mismo año a los Estados partes en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial que cumplan sus obligaciones internacionales declarando como acto punible conforme a la ley toda difusión de ideas basadas en la superioridad o en el odio racial, toda incitación a la discriminación, así como todo acto de violencia o toda incitación a cometer tales actos, y toda asistencia a las actividades racistas, incluida su financiación, declarando ilegales y prohibidas las organizaciones, las actividades organizadas de propaganda y todo lo que promueva e incite la discriminación racial.
Vivimos momentos para el compromiso urgente y profundo. Parafraseando en los tiempos que corren el poema del superviviente del nazismo, el pastor protestante Martin Neumoller (no Bertold Brech), “primero fueron a por los gitanos rumanos y musulmanes, como yo no lo era ni me importó; después a por los negros, homosexuales, latinos y resto de inmigrantes y gitanos, tampoco me importó porque no iba conmigo; después a por los judíos, comunistas, punkis, rojos, verdes y demócratas… y tras ellos, cuando vinieron a por mí, ya no había con quien defendernos”. En esta versión actualizada del poema se encierra la alternativa estratégica de respuesta, solo la unidad democrática y social sostenida por el compromiso militante de cada uno de nosotros en la democracia de los derechos humanos puede evitar la llegada del tsunami neofascista.
Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia