Muere a los 79 años el escritor israelí Amos Oz
El novelista y periodista, eterno candidato a Nobel de Literatura, recibió el Príncipe de Asturias de las Letras en 2007
Poco después de que empezara el sabbat al atardecer se ha extinguido este viernes la vida de Amos Oz, el escritor que narró Israel, un antiguo país reciente del que acabó siendo su conciencia crítica. Nacido en 1939 en Jerusalén cuando la ciudad aún estaba bajo el mandato británico de Palestina, ha fallecido a consecuencia de un cáncer, según ha anunciado su hija, Fania Oz-Salzberger, en su cuenta de Twitter, junto a este mensaje: «A todos los que le amaron, gracias”.
La enfermedad le tenía apartado de la actividad pública en los últimos años. Cuando EL PAÍS le visitó en su casa de Tel Aviv la pasada primavera por la publicación en España de su última obra, Queridos fanáticos, excusó la debilidad de su voz con un característico sentido del humor: “Mi salud ya solo me permite viajar con la imaginación”. El encuentro tuvo aires de despedida. “Este texto en realidad es un legado. Se lo he dedicado a mis nietos. He concentrado lo que he aprendido en la vida, pero no de una manera abstracta, sino como un cuento”.
En una vida de novela, Oz cambió su apellido paterno, Klausner, tras dejar a su familia de inmigrantes judíos de Europa del este lituanos y ucranios para ingresar en un kibutz a los 15 años. Precisamente el relato de la vida en las granjas colectivas, que marcaron los primeros años del Estado de Israel, fue el eje central de una obra de juventud que evolucionó hacia la descripción de personajes arquetípicos y paisajes con los que hoy se identifica la sociedad israelí.
Fue protagonista en las dos grandes contiendas de su país –la Guerra de los Seis Días (1967) y la de Yom Kipur (1973)– en las que fue movilizado al frente. Allí afianzó sus convicciones en favor de la solución de un Estado de Israel junto a un Estado palestino para el conflicto que atenaza a su país. Sus ideas le llevaron a fundar en 1978 la organización Paz Ahora y a publicar cientos de ensayos y artículos. Su voz se alzó también contra las guerras en Líbano y Gaza.
Entendía el hebreo como un instrumento musical con el que narrar la vida. Prolífico autor de una veintena de libros que han sido traducidos a 42 lenguas inició su carrera literaria en los años sesenta del siglo pasado con obras como Tierra de Chacales, y jalonada por hitos como La caja negra o Mi querido Mijael. En particular, cobró celebridad por Una historia de amor y oscuridad, la novela de tinte autobiográfico por la que fue aclamado en todo el mundo y que llevó al cine hace tres años la directora y actriz Natalie Portman.
“Hubo una historia de amor y luz, y ahora hay una gran oscuridad”, dio el pésame en nombre de toda la nación el presidente de Israel, Reuven Rivlin. “Descansa en paz, Amos. Nos hiciste disfrutar de muy buenos momentos con tus libros”. La ironía y el humor que destilan sus novelas son apreciados por los israelíes de todas las tendencias, tanto los palomas simpatizantes de su pacifismo como los halcones del nacionalismo.
Su texto de ficción más reciente, Judas, fue publicado en España en 2015 por Siruela, como la mayor parte de su obra. “Escribí esta novela porque me han llamado muchas veces traidor. La primera vez a los ocho años, por hablar con sargento inglés. La última en 2014, cuando critiqué la actuación israelí en la guerra de Gaza”, argumentó en una entrevista con EL PAÍS.
Año tras año, era uno de los escritores habituales en las quinielas para el Premio Nobel de Literatura. Fue galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras en 2007 y también obtuvo, dos años antes, el Premio Goethe, entre otros muchos galardones. Al ser preguntado durante la misma entrevista sobre cuándo iba a llegar la hora del Nobel para otro autor en lengua hebrea, Amos Oz respondió con la humildad de un profesor que enseñó durante cerca de dos décadas en la Universidad Ben Gurion en el desierto del Negev: “Creo que yo ya he tenido mi cuota de premios literarios, más de lo que me merezco. Prometo que, si no recibo el Nobel, no me voy a morir insatisfecho”.