En el Día de Europa: Solidaridad con el Pueblo Gitano
El Día de Europa, se celebra todos los años el 9 de Mayo en recuerdo del origen de la primera Comunidad Europea (1950), es una fecha para el hermanamiento de los distintos pueblos de la Unión Europea. Sin embargo el pueblo gitano e inmigrantes en la nueva realidad de Europa padecen vulneración de derechos e incluso son víctimas de crueles situaciones de represión y ataques en diferentes países de la Unión. En consecuencia resulta oportuno en este día llamar la atención a las Instituciones europeas para que amparen los derechos humanos de estos colectivos y para acabar con la ola de racismo y xenofobia que trágicamente recorre nuestro continente ilustrado.
Las asociaciones gitanas y de solidaridad al pueblo gitano hemos convocado una concentración en este Día de Europa, en la sede de las instituciones europeas en Madrid, con el fin de mostrar nuestra repulsa a la gitanofobia y al racismo, así como de hacer entrega de un manifiesto en defensa de los derechos ciudadanos de este pueblo.
CARTA ABIERTA A LAS INSTITUCIONES EUROPEAS
Manifiesto “Gelem, Gelem” ¡¡Vamos, vamos!!
La actual ola de Romafobia y Antigitanismo está provocando una peligrosa involución social que priva a los roma (gitanos) de los pocos derechos y avances conquistados por nuestro pueblo. La situación mundial es sangrante: en Hungría nos están matando, en Eslovaquia y República Checa están esterilizando forzosamente a nuestras romi (gitanas), en Bulgaria y otros lugares meten a nuestros hijos en clases para discapacitados mentales, en Italia nos señalan como a reses y nos maltratan, en Francia nos agreden y expulsan, en Alemania y otras partes de Europa deportan a los refugiados gitanos kosovares condenándolos a una muerte segura, ignorando los informes del Consejo de Europa, de la ONU y de Amnistía Internacional. Incluso estos días atrás, el propio Vaticano se ha permitido el lujo de expulsar a sus creyentes, gitanos a la calle, como en la Edad Media, cuando se nos negaba el derecho de “acogerse a sagrado”. Malhechores, ladrones, vándalos… todos, podían refugiarse en las iglesias y tenían derecho de acogida, todos menos nosotros, los gitanos.
Hace 40 años, un 8 de Abril, nos reunimos y salimos al mundo para decirle que existíamos, contando con el compromiso de muchos ciudadanos de bien. Entendíamos que a pesar de que nos negaran, de que intentarán asimilarnos o de que nos intentaran exterminar, nosotros estábamos más presentes que nunca. Creímos que una nueva era se abría para el pueblo gitano. Cargados de ilusión, de ganas de entendimiento y mejora, nos dotamos de una bandera para que nos reconocieran bajo algún símbolo y también de un himno, “Gelem, gelem”, para no olvidar nunca quiénes somos y sentirnos una sola voz, para que no se olvidara nunca que también fuimos víctimas del nazismo y sufrimos el “Porrajmos” (Holocausto gitano), algo que se ha preferido ignorar desde el final de la II Guerra Mundial, privando a nuestros mayores del derecho a ser resarcidos al marcharse de este mundo mudos de dolor, rumiando los recuerdos de sus muertos.
Pensamos ingenuamente que los habíamos ganado un espacio en este mundo, del que algunos se han apropiado sin preguntar a nadie, el que rigen por imposición, el mismo que ordenan a conveniencia por encima y a pesar de otros muchos a los que hacen vacío porque son “diferentes”. Creíamos que si seguíamos las “reglas de juego” nunca más se volvería a repetir la persecución, no volveríamos a ser esclavos, no tendríamos que vivir con el temor calado en los huesos.
El pueblo gitano es un pueblo sencillo que celebra la alegría del día a día, vivimos con intensidad, como si el mundo se fuera a acabar mañana, quizá demasiado cándidos e ingenuos, tanto que aún creemos en la palabra dada y no honramos en virtud de nuestras riquezas sino de la altura moral y ética, protegemos y acompañamos a nuestros mayores y nuestros niños, vivimos y compartimos en colectivo en una sociedad que están convirtiendo en homogénea, individualista y carente de sentimientos.
Los mismos que acusan al pueblo gitano de no querer integrarse en su “civilizado” mundo nos expulsan, salen a la caza del gitano, nos reducen a “ghettos”, no nos quieren trabajando, ni en el médico, ni en la escuela, ni en los barrios, nos rechazan en el transporte público, en sus tiendas, murmuran a nuestro paso y nos ridiculizan, nos “cosifican” reduciéndonos a problema social y olvidándose de nuestra humanidad. Quizás por eso, porque nos han restado cualquier característica humana, se permiten el lujo de ejercer tanta crueldad.
El lamento romaní se alza profundo, emergiendo del alma, arrancando a su paso astillas de dolor que suenan a madera quebrada, la madera de nuestro corazón deshidratado, seco, de tantas lágrimas derramadas.
Pero no, este escrito no solo está dirigido a denunciar a los racistas, los xenófobos… También nos dirigimos a aquellos que siendo personas buenas, se mantienen en silencio, contemplan con estéril indignación o con absoluta impasibilidad estos actos ¿Qué más necesitan para sentirnos, para conmoverse, para compartir y solidarizarse?
No, no queremos dar pena. Somos un pueblo orgulloso, no queremos caridad, no es tiempo de caridad humillante porque, como dice Galeano, “la caridad se ejerce verticalmente y desde arriba”. Es el tiempo de la solidaridad y de tratarnos de igual a igual como hermanos, como seres humanos que somos y habitantes de este planeta, de luchar codo con codo por un mundo mejor. Por favor, soñemos y creemos realidades mejores donde todos y todas tengamos nuestro espacio, aprendamos unos de otros en espíritu de fraternidad. Caminemos juntos, mi hermano.
Gitanos y no-gitanos que gritan: ¡Sastipen thaj mestipen! ¡Salud y Libertad!